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- Cómo sigas a ese ritmo vamos a llegar los últimos – le reprochó Joaquín con el
- ¿¡A mí qué me cuentas!? – se defendió Luna. – Fui yo la que dijo que atajando
- ¿¡Y salirnos de la ruta establecida!? – saltó él – El mapa dice bien claro que…
- “¡El mapa dice, el mapa dice!” – se quejó ella, y se paró en el sitio. - ¡Por culpa
¡Perdidos!
Joaquín la miró durante un largo rato con una mueca de extrañez en el rostro,
mientras que ella lo miraba con total seriedad. Al cabo de unos segundos, se echó a
- Anda que… - dijo él – Verte dirigir el tráfico tiene que ser todo un show – ella
se sonrojó.
direcciones del señorito. ¡A ver a dónde nos llevan esta vez! – Joaquín la miró
sierra durante cinco días. “A ver campo y llenar los pulmones de aire puro”, había
dicho el muy hijo puta. La peor parte de la broma fue al llegar, hacía ya de aquello
cinco horas. Tras andar un buen trecho desde la parada del autocar y llegar a un
descampado, el tutor de los del grupo B les dividió por parejas y les entregó un
mapa y una brújula a cada una de ellas. “Hoy haremos Orientación”, había dicho.
tendréis que explorar la zona por vuestra cuenta y llegar al punto de encuentro, a
unos once kilómetros de aquí. Allí os espera una confortable cama y comida
La idea entusiasmó a algunos, a Joaquín, su compañero, entre los que más. ¡Qué
coño! Hasta a ella le parecía una experiencia gratificante. Con lo que no contaba era
con que aquel día, pese a estar a finales del mes de febrero, hacía un calor de tres
pares de cojones. Y con que su compañero, “el intrépido aventurero”, cómo había
Luna le conocía desde que iban juntos al colegio, y le había cogido un cierto cariño
en esos años, pero eso no quitaba que Joaquín fuera duro de mollera y corto de
entendederas. Un recorrido que a ella le habría tomado a lo sumo dos horas, les
había llevado cuatro, desde que los tutores les abandonaran, a eso de las cinco de la
tarde. Ahora su reloj digital marcaba las nueve menos cuarto, y aún les quedaba un
Por si fuera poco, su compañero había sido poseído por una especie de “espíritu
varonil”, que le hacía desoír sus consejos y tomar las decisiones por los dos. Luna
intentó hacerle entrar en razón al principio, pero al tercer intento se dio cuenta de
que la misma utilidad tendría hablar con las paredes, así que se resignó a seguir a
Joaquín, que tras veinte o treinta minutos de escoger rutas inviables, acababa por dar
con la correcta, que resultaba ser la misma que Luna le hubiera recomendado antes
de que pasaran esos veinte o treinta minutos. Lo peor no era eso. Lo peor era que el
chico siempre se olvidaba de la sugerencia pasada y cada vez que daba con el
Luna soltó un resoplido, todo lo fuerte que pudo para que su compañero lo oyera,
aunque este seguía a su aire. “Ya queda poco”, se dijo, y apretó el paso. Al menos
detuvo en seco:
¡Ey! – gritó.
- ¿Qué le pasa?
- ¡Qué es de noche!
- ¿¡Y!? – le imitó ella, burlona - ¿¡Pues que cómo piensas encontrar el camino de
noche si no lo haces a plena luz del día!? – él no dijo nada – Lo mejor será que
- ¿¡Los últimos!? – aquello parecía horrorizarle – Pero el profe dijo que el acabar
bien esta prueba se vería recompensado en la nota fi… - el chico se paró al ver
dijo con un gritito infantil. – Anda, ve sacando tu saco de dormir. He visto una
- ¿Perdona?
ella.
- Sí, rendirte – siguió él. – Yo seguiré por mi cuenta. Sígueme o quédate aquí – y
AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
- ¡Lo de antes! – señaló ella - ¡El aullido! Ha sonado como un… ¿lobo? – lo dijo
- ¡Un lobo! – aclaró, más segura - ¡Un lobo! ¡Hay lobos en el bosque!
se hubiera vuelto loca – Habrá sido un zorro o algún perro que se ha escapado.
AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
El aullido regresó. Más fuerte. Más prolongado. No había lugar a dudas. Era el
- En serio, ¿es esta una excusa para que me quede contigo? – preguntó extrañado -
gracia.
nos encuentre y nos devore – señaló burlón. La agarró del brazo, pero ella se
soltó.
Adelántate tú si quieres.
- Pero, ¿¡por qué!? – preguntó. La verdad es que era una pregunta con
fundamento. ¿¡Por qué coño querría ella ir en mitad de la noche a aquel bosque,
“Algo”, no sabía el qué, la empujaba a volver sobre sus pasos e ir hacía allí –
bosque.
brújula!
mano – Me conozco esto bastante bien. Ya he venido aquí otras veces, cuando
el grito con claridad a su espalda - ¿¡Y por qué no has dicho nada!? – “Lo mato”,
se dijo Luna, indignada. Se volvió hacia él para despedirse, por segunda vez.
***
Cuando Luna detuvo sus pasos frente al lindero del bosque y miró su reloj digital,
este marcaba las nueve y media de la noche. La entrada estaba a oscuras, como la
boca de un lobo. Luna sonrío. Era algo muy apropiado, ya que precisamente era eso
lo que andaba buscando. Sin más miramientos, dio un paso, y luego otro, y se
Desde que había dejado a Joaquín atrás, no había vuelto a oír ningún aullido. Lo
loca y que el idiota de su compañero tuviera razón y no hubiera ningún lobo por los
alrededores. La segunda era bastante más rara, pero por alguna razón, se decantaba
más por ella. ¿Y si aquel lobo la estaba llamando? ¿Y si quería que ella, y sólo ella,
acudiera a su llamada? Por raro que sonase, cuanto más pensaba en ello, menos
absurdo le parecía. Explicaría un par de cosas: el porqué Joaquín no fue capaz de oír
el aullido, y el porqué Luna no lo había vuelto a oír desde que decidió responder a la
¿Era esa la razón por la que avanzaba a solas por el bosque, en mitad de la noche,
con la esperanza quizás de obtener algo a cambio? Y si había sido elegida, ¿por qué
escogido cenar una hembra adolescente aquella noche? Las preguntas seguían
corazonada.
Cuando su reloj marcó las diez en punto, Luna decidió que ya había hecho el
comenzó a desandar lo andado, con la esperanza de dar con Joaquín antes de que
AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
Cómo una burla del destino, el aullido regresó, por tercera vez. Esta vez Luna no
sólo fue capaz de oírlo, sino también de ubicarlo. Había sonado muy cerca de su
y desmedida curiosidad, por lo que decidió buscar la fuente del sonido, dado que ya
donde le había venido el sonido, y avanzó, primero despacio, y luego con rapidez,
hasta que la maleza del lugar comenzó a susurrar con energía al roce de su cuerpo.
No tardó en dar con un claro, que pese a estar bajo el cobijo de los árboles, estaba
En mitad de aquel pequeño rincón de luz, rodeado por la frondosa oscuridad del
resto del bosque, el lobo la observaba. Era un ejemplar único. Un magnífico lobo de
pelaje casi albino, con hebras grises que emitían un brillo propio. El viento movía el
animal. El lobo la miró con unos ojos de color azul plateado, que brillaban aún más
si cabe que su propio pelaje. Luna se había estado preguntando porque una zona
sombras emulando a la luz de la luna. Sin lugar a dudas, aquel era el espectáculo
Aquellos ojos, con un brillo propio, la sondeaban de tal manera que parecían ver a
través de ella. Eran unos ojos increíblemente profundos, y parecían estar imbuidos
de un gran poder, así como de una gran sabiduría. Aquellos ojos revelaban la
con fuerza y rapidez, y un sudor frío empezó a recorrerle todo el cuerpo. Aquel
marioneta pendida de hilos, cuyo son era marcado por aquel titiritero peludo.
pie.
su corazón, desbocado. Intento recobrar el aliento, que parecía faltarle, entre jadeos
atrevió a volver a mirar al lobo a la cara, así que posó sus ojos en las patas de este.
Para su sorpresa y horror, descubrió que el pobre animal estaba herido. El lobo tenía
una de sus patas ensangrentada, atrapada en un cepo de caza. Luna levantó la vista y
sin quererlo la volvió a posar en la mirada del animal. Esta vez, fue capaz de
soportarla, el brillo de sus ojos perduraba, pero su sondeo no era tan intenso como
antes. El lobo bajo la cabeza hacia su pata herida, y Luna, como hipnotizada, siguió
Entonces lo comprendió.
habría sentido como una estúpida por estar dirigiéndole la palabra a aquel
El lobo no dijo nada, como era de esperar. Simplemente la siguió escrutando con la
mirada, y sus ojos destellaron, a modo de respuesta. “¿Será eso un sí?”, se dijo
Luna.
Sin más miramientos, decidió hacer caso a su intuición, y movida por su compasión
hacia el pobre animal, se acercó a él, a paso lento. A la mitad del recorrido, el lobo
que le quedaba de recorrido hasta llegar al animal. Con sumo cuidado, se recostó
junto a él, y le levantó con lentitud la pata herida. El lobo soltó un ligero gruñido,
una mueca de dolor, como si la herida fuera suya. La sangre de la herida se había
grisáceo. Luna intentó abrirlo con la fuerza de las manos, pero resultó inútil, y los
buscar algún palo grueso para presionar con él el pulsador que activaba el
mecanismo de la trampa y aflojar así el cepo para poder removerlo. Dio con uno
acorde a lo que buscaba y tras un forcejeo que le llevó unos minutos, consiguió
liberar la pata del animal. La sangre brotó de la herida al liberar el cepo y el lobo
profirió un gruñido sordo. Las manos de Luna se tiñeron de su sangre, y el pelaje del
pudiera desangrarse, decidió buscar algo en su mochila con lo que taponar la herida,
pero antes de que tuviera tiempo de reaccionar, el lobo se abalanzó sobre ella por
Luna intentó reincorporarse, pero el lobo la mantenía con fuerza pegada contra el
suelo, apoyado sobre su pecho. Cerró los ojos, temerosa. “¡Maldito desagradecido!”,
pensó. “¿¡Te salvo y así es como me lo pagas!?”. Luna notó un ligero aumento de la
he dicho! – pero el lobo siguió sin hacerla caso, aunque aflojó la presión sobre
El lobo se apartó para dejarla respirar. Tras recobrar el aliento y limpiarse un poco
manera tristona. Era una monada. ¿Cómo podía enfadarse con semejante criatura?
- Anda, ven aquí, cabezón – le dijo al lobo, en tono maternal. El animal alzó la
hombros.
De alguna manera, sentía un gran cariño por ese animal, y llevada por un impulso
oreja, cariñoso, haciéndola cosquillas con la lengua, y Luna rió como una colegiala.
Tras pasarse un par de minutos así, soltó al animal, y se puso a acariciarle el hocico.
Dio un ligero respingo al ver que le estaba acariciando con la mano manchada de
sangre, y que estaba ensuciando el pelaje del lobo. Este en lugar de molestarse,
empezó a lamerle y limpiarla la mano, juguetón. Luna sonrío con todo el rostro,
disfrutando de las caricias del animal. Entonces, sintió una fuerte punzada de dolor
apoderarse de Luna. Miró al animal fijamente, y este le devolvió la mirada, con los
cuanto empezó a forcejear y vio los brillantes ojos del cánido, tuvo miedo de que
este se rebotara, y empezara a tirar del antebrazo de un lado a otro, con la intención
molestia y soltó el brazo. La sangre de Luna corría en hilos hacia abajo. La marca de
La herida no era muy profunda, pero el dolor era tal que aquello daba igual.
El lobo se alejó caminando de espaldas, sin apartar la vista de ella. Luna le dirigió la
- ¿¡Por qué lo has hecho!? – le recriminó aún llorosa. Era algo que en verdad no
al ver que en ningún momento cojeaba, pese a que la herida que había recibido era
bastante seria.
- ¡U-Un momento! – le gritó - ¡¡Vuelve aquí!! – pero ya había perdido la pista del
animal en la espesura.
Cansada de todo, Luna se puso en pie. Se asustó al ver que tenía el antebrazo
torniquete con el paño que iba a sacar para el lobo y un bolígrafo que había llevado
al viaje para tomar notas. Cuando notó que la presión era la justa para frenar la
habiendo decidido tomar como ruta el camino escogido por el lobo. Se prometió así
misma que aquella sería la última corazonada a la que haría caso en lo que quedaba
***
“¡Me cago en la firma de mi padre!”, se repitió para sí misma por enésima vez,
aunque aquello sólo había sido el motor de todo. Un profe cabrón, un compañero
idiota, y un lobo que por cómo brillaba bien podría llevar una dieta a base de
halógenos, eran los culpables de que ahora ella, a las once de la noche, se encontrará
perdida en mitad del bosque, sin saber a dónde ir. Hasta la herida del mordisco le
“¿¡A quién quieres engañar, pedazo de imbécil!?”, se dijo con todo el asco del
mundo. “Tú decidiste ir. Tú decidiste ser guiada. Tú decidiste buscarlo”, argumentó
para sí. Balboa, Joaquín y aquel lobo no eran los culpables de su situación. Tampoco
su padre. Ella se había metido en aquel embolado, y ella tendría que salir de allí.
¿Pero cómo? Se había reído de su compañero, por querer hacer el camino de noche,
pero ella había hecho precisamente lo mismo. ¡Y sin brújula! “Esta boca mía me
pierde”, se dijo.
hasta que pasara la noche, en vista a que no iba a ser capaz de salir de allí por su
Aquel día de su vida había sido escrito con una metedura de pata tras otra, por lo
que Luna no pudo hacer otra cosa más que sonreír aliviada cuando oyó el crepitar de
un fuego cercano. Una luz anaranjada resplandecía entre la negrura de los árboles,
iluminando otro claro a lo lejos. Al parecer, había más viajeros que como ella, se
habían visto obligados a esperar la llegada del alba en aquel lugar. Con un poco de
suerte, podrían ser algunos de sus compañeros. Luna se acercó con cuidado, bajo el
cobijo del negro follaje, intentando escuchar cualquier posible dato que le pudiera
decir la identidad de los desconocidos. Oyó varias voces, y ninguna le era familiar:
- ¿¡Y a dónde cojones ha ido el gilipollas de Manu ahora!? – dijo la primera voz.
Tenía un tono airado y vulgar. Luna podía hacerse una idea de cómo sería el
- Dijo que iba a recoger más leña para el fuego – contestó otra voz, lenta y
bobalicona.
- C-Creo que no debería avivarlo demasiado – aportó una voz más joven. Luna
intuyó que aquel chico no podía ser mayor que ella – Podría írsele la mano con
- ¡Pues que lo provoque! – estalló crispada la primera voz - ¡Qué arda todo el puto
gruñido - ¡Ya estoy hasta los huevos de él! ¿¡A quién se le ocurre venir a beber a
menos hay ambiente”. ¡Pero noooooooo, siempre tiene que hacerse lo que diga
- P-Pero, son sus abuelos los que tienen una granja… – empezó la voz más joven
– Él era vecino tuyo, ¿no? – Luna oyó unos pasos apresurados y después un
sonoro guantazo.
la primera voz, hecha una furia - ¡Diooooos! ¡Encima nos toca hacer de niñera!
¡Joder, no hay derecho! – quienquiera a quién perteneciera la voz soltó un
sonoro escupitajo.
- ¡Hombre, mis cojones! – volvió intervenir la primera voz - ¡Una buena hostia es
Luna creyó que ya había oído suficiente de aquello. Su suerte no iba a mejor. “Un
pirómano, un imbécil y una oveja descarriada”, pensó. Decidió salir de allí antes de
que el tal Manu viniera y la cosa fuera a peor. Pero nada más emprender la carrera
Cayó de culo de forma dolorosa. Antes de abrir siquiera los ojos, algo la agarró por
el cuello del abrigo y la levantó en vilo como si de una muñeca se tratase. Levantó la
vista aturdida y se topó con un “armario” de casi dos metros de alto. El chico que la
estrepitosamente.
- ¿¡Qué demonios!? – dijo la primera voz. Luna vio desde su posición que
teñido de rubio y una perilla de chivo, y agarraba una botella de vino barato, de
la que mamaba más que un recién nacido del pecho de una madre.
chaval de los dos metros, señalando a Luna. Por su estampa aparentaría unos
El chaval de la perilla se acercó a ella, con un andar irregular debido a que ya iba
bastante mamado. Se agachó hacia ella, y Luna notó en plena cara la peste a alcohol
en su aliento:
- ¿Quién cojones eres, eh? – le dijo, mientras sostenía su mentón entre los dedos.
Luna arremetió un rodillazo contra él. Intentaba apuntar a sus testículos, pero el
golpe fue a parar al vientre del pirómano. El chico se apartó dolorido, llevándose
- Ten cuidado, Tony – le advirtió aún riéndose - ¡La loba sabe defenderse! – y
maldición, y se dirigió hacia Luna hecho una furia. Ella intento retroceder, pero
el chaval la cogió por el cuello del abrigo y la cruzó la cara con un sonoro
guantazo con el revés de la mano. Luna cayó al suelo ante la fuerza del impacto.
- ¡No te burles de mí, perra! – estalló el tal Tony. Luna no pudo ponerse en pie, el
- Ey, ey, - oyó que intervenía la segunda voz bobalicona – tampoco tienes porqué
pegarla.
- ¿¡Tienes algo que objetar, gordito!? – saltó el pirómano - ¿¡Es tu novia acaso!? –
- Basta ya, – Luna oyó la voz del que parecía ser el cabecilla, el tal Manu – la vas
- ¿Q-Qué vamos a hacer con ella? – preguntó el chaval más joven. Luna pudo
incorporarse lo suficiente para ver que no parecía tener más de quince años.
- No lo sé – fue la simple respuesta del tal Manu – No había previsto nada como
esto.
capaz de verlo, pero Luna pudo sentir como se le dibujaba una sonrisa en el
sonriente.
como se volvía a acercar a ella. Una mano fuerte la agarró del hombro con
firmeza y empezó a darle la vuelta – Déjame verte esa cara, guapa – dijo él.
Quedó mirando cara a cara a aquel borracho, con los ojos todavía en lágrimas –
meció a los lados con aire observador. Dio un chasquido despectivo – Mierda.
- En fin, habrá que conformarse con lo que hay – dijo el de la perilla, resignado –
Voy a quitarte el abrigo, ¿de acuerdo encanto? – Luna lo miraba llorosa, cada
que entres en calor – acompañó las últimas palabras con una sonrisa maliciosa.
sudadera que llevaba debajo. Después la levantó la única camisa que llevaba, hasta
- Vaya, vaya, – dijo el de la perilla, que se había recostado junto a ella, apoyando
pecho desde fuera del sujetador – Vaya tetitas más ricas que tienes, ¿eh? Te lo
tenías bien cayado, ¿no? – se río, embriagado por la lujuria. Luna apartó el
rostro, asqueada. El aire de la noche enfriaba las lágrimas en sus mejillas – No,
no, guapa, – el pirómano la hizo volver el rostro hacia él con la mano que tenía
libre – mírame cuando te follo – dijo. Después, empleó ambas manos para
desabrocharla el pantalón.
Jamás en su vida había sentido tanto pánico, tanto miedo. Las lágrimas se agolpaban
por evitar lo que quiera que le fuera a suceder más adelante. Pero lo que más sentía,
era rabia. Rabia por no poder actuar, porque el miedo, el dolor y la humillación la
hacían sentirse impotente, y porque le faltaban las fuerzas para hacer frente a
aquellos cuatro hombres. Los odiaba. Los había odiado al verlos en la lejanía, pero
los odiaba ahora aún más. Lo peor para ella no iba a ser el hecho de ser violada o
asesinada por aquellos malnacidos. Lo peor iba a ser el no haber tenido el poder
Luna notó como los pantalones se le deslizaban hacia abajo. Miró al violador entre
lujuria animal. No. Llamarlo animal sería un insulto para el resto de animales. Aquel
ser era mucho peor. Era como un demonio, dispuesto a devorarla hasta no dejar
nada. Cuando la ropa interior fue lo único que cubría su desnudez, el pirómano soltó
- ¡Vaya, vaya! – río con ganas - ¿Qué os parece? – dijo – ¡La muy zorra está
mojada! – soltó entre risas. Era verdad. Pero no era por lo que él creía. El miedo
El chaval se apartó de ella y se puso en pie para desabrocharse los pantalones. Ella
apartó, la mirada, entre llantos. Ya sabía lo que aquel hombre tenía entre las piernas,
y pese a que las fuerzas le faltaban para ponerse en pie, intentó huir arrastrándose
por el suelo. Gateó como un corcel desbocado unos cuantos metros y oyó el grito
crispado del tal Tony a su espalda. Cuando Luna comenzaba a tener alguna
esperanza de salir de allí, una figura se interpuso en su huida. El tal Manu la agarró
con fuerza de los brazos y la apoyó contra su pecho, que parecía piedra maciza.
cubriera de cintura para abajo. – Bien, - se agachó junto a ella y sacó una navaja
Luna sintió el frío beso de los laterales del acero mientras este se deslizaba por su
- Espera. - le interrumpió el tal Manu - ¿No vas a dejar que “el Chechu” se
estrene? – inquirió.
- ¿¡Y comer del plato de otro hombre!? – soltó el otro, indignado - ¡Que se joda y
espere su turno! ¡Yo voy primero! – dijo sonriente, y agarró a Luna por las
levantó la vista y miró al cielo nocturno. Por primera vez en toda la noche, fue capaz
le recordó la mirada de aquel precioso lobo plateado. Sus padres la habían puesto su
nombre en honor a aquel astro. Según le contaban de niña, la noche en la que ella
nunca. Al menos respecto a las noches que ellos recordaban. Luna pensó que el cielo
nocturno, tal y como lo contemplaba ahora, debía de tener un aspecto muy similar al
Blanca. Y llena…
“Nacida en Luna Llena”. Novela online. Andrés Jesús Jiménez Atahonero. Todos los derechos reservados.